15.5.12

Noticias- “Aspiramos a que Raúl sea Feliz”


“Pilar y José duermen con su hijo en la misma cama. La intimidad no tendría más trascendencia si no fuera porque el chaval ya tiene seis años y llevan compartiendo el mismo lecho desde el 2006. Lo que en otras familias supone una simple concesión cuando el crío está pachucho o especialmente mimoso, para estos padres es una necesidad irrenunciable: el 90% de las crisis epilépticas que Raúl sufre desde hace casi cuatro años se producen por la noche, y sus progenitores deben estar continuamente alerta para atenderle.
Las convulsiones son uno de los rasgos del síndrome de Dravet que sufre Raúl. Una de esas enfermedades catalogadas de raras que, como tales, carecen de momento de la cobertura y el ritmo de investigación suficientes para barruntar un futuro de esperanza como en otros males. Esta es una de las múltiples razones por las que esta familia riojana, la única donde se ha registrado hasta el momento un caso de estas características en la comunidad, se ha integrado en la joven fundación que recaba fondos y apoyos para mejorar la vida de los 90 afectados que constan en toda España.
Además de no quitar ojo a su hijo ni cuando duerme, Pilar y José han asumido una multitud de hábitos desde que Raúl empezó a experimentar los primeros síntomas de una patología que, básicamente, consiste en una alteración en el canal neuronal del sodio que conlleva un retraso cognitivo y psicomotriz. Entre ellas, anotar pormenorizadamente en una libreta la combinación de los medicamentos que debe tomar a diario y la frecuencia de unos ataques cada vez más recurrentes: desde las 22 convulsiones en el 2006 a más de 126 en el 2011.
El primer atisbo de lo que vendría después se produjo al poco de nacer. El embarazo fue normal, el parto casi indoloro y Raúl salió «guapísimo y muy sano». A los cuatro meses, sin embargo, sufrió una lateralidad. Aquella ausencia momentánea alertó a la familia, que inició un camino que acabaría transformándose en un proceloso y muchas veces agrio peregrinaje hasta conocer el diagnóstico definitivo. Del pediatra al neurólogo infantil en Logroño, de allí al fisioterapeuta de Atención Temprana pasando por especialistas en Bilbao, Santander, Barcelona... Electros, estudios del sueño, pruebas y polisomnografías e incursiones en la homeopatía y otras técnicas alternativas que siempre encallaban en la vaga posibilidad de una epilepsia benigna -el desarrollo físico seguía el de cualquier crío de su edad- y nuevos cócteles de fármacos que, como supieron luego, no sólo no mejoraron el proceso sino que a veces resultaron contraproducentes.

Dos noticias

El punto de inflexión llegó en mayo del 2010. La neuropediatra ordenó un estudio genético del chaval y el resultado arrojó dos noticias antagónicas. «La buena era que por fin había un diagnóstico claro; la mala, que se trataba de una patología que a día de hoy no tiene cura», rememora José. Como añade su mujer, aquello les generó una ambigua mezcla de tranquilidad y preocupación. «Lo único peor que hay a padecer una enfermedad es no saber cuál es y así, al menos, ya sabíamos contra qué luchábamos».
Todo su esfuerzo se ha focalizado desde entonces en mejorar el día a día de Raúl. «Le cuesta mucho mantener la atención, apenas lee y escribe, sufre escoliosis y la cantidad de fármacos que toma le deja baldado... es como si se hubiera quedado estancado en los tres años», recapitulan. Como antídoto, equinoterapia, logopedia, más píldoras y, sobre todo, arrobas de cariño en las que interviene su hermano David, quien con tres años nunca se separa de Raúl cuando sufre un ataque hasta que las convulsiones cesan. «Sólo aspiramos a una cosa en esta carrera de fondo: que sea feliz y lo más autónomo posible».
Su maratón personal también incluye renuncias. Finalizado el ciclo de Infantil, la familia y la dirección de Jesuitas consensuaron que el lugar de Raúl estaba en un centro más adecuado a sus circunstancias como el colegio Los Ángeles de Logroño. «La integración suena genial, pero lo cierto es que el sistema educativo carece de medios para una atención especial», concluyen unos padres que tampoco han salido indemnes del rechazo social que provoca estos casos. «La enfermedad de un hijo hace que se haga una criba entre los buenos amigos...». Raúl lo agradece con una sonrisa.”

(…) Hasta aquí la noticia publicada hoy en el diario de la Rioja, sólo resaltar dos aspectos importantes: Uno es que, como vemos, a veces es indispensable poner etiquetas. Aunque no nos gusten, en determinados casos es un claro alivio para las familias, supone saber que es y saber contra lo que estamos luchando y sobre todo plantarle cara lo antes posible a la enfermedad. Por otro lado, resaltar la resignación en las siguientes palabras, “la integración es genial, pero lo cierto es que el sistema educativo carece de medios para una atención especial”, si sólo planteamos un sistema educativo en el que existen niños que siguen perfectamente el currículo educativo y no planteamos una educación basada en la atención a la diversidad, vamos a perder mucho potencial con estos niños que tienen mucho que ofrecer y enseñar. (…)

La Enfermedad
El síndrome de Dravet, anteriormente conocido como Epilepsia Mioclónica[1] Severa de la Infancia (SMEI), es un trastorno del neurodesarrollo que comienza en la infancia y se caracteriza por una epilepsia severa que no responde al tratamiento.
En la mayoría de los casos, las crisis epilépticas comienzan a partir del primer año de vida. Los primeros ataques están relacionados con la aparición de fiebre y son convulsiones generalizadas tónicas-clónicas o unilaterales. En muchas ocasiones estas crisis desembocan en status epilépticos, más de 20 minutos de duración, siendo necesaria la actuación de los equipos de emergencia. Con el tiempo, también aparecen crisis febriles y otro tipo de episodios como las mioclonías, ausencias atípicas y ataques parciales-complejos. El desarrollo de la enfermedad difiere notablemente de una persona a otra.
A partir del segundo año se empiezan a observar síntomas de retraso en el desarrollo. En muchos casos se observan ataxia, trastornos incluidos dentro del espectro autista, problemas alimenticios, de crecimiento y trastornos del sueño. El habla suele ser una de las facultades más afectadas.
Diagnostico
El origen de la enfermedad es genético. Conocemos el gen implicado. Además la enfermedad tiene unas características genéticas que la hacen apropiada para determinadas estrategias de actuación genética.
El gen del canal de sodio SCN1A es actualmente el gen más relevante clínicamente en epilepsias, y se atribuye a un considerable porcentaje de casos de síndrome de Dravet (50-80%). La mutación del gen casi siempre surge “de novo”, lo que significa que ninguno de los padres tiene un análisis positivo de la mutación del gen y se cree que ha ocurrido espontáneamente tras la concepción.
Tratamiento
En la actualidad, el tratamiento disponible para el síndrome de Dravet se dirige en mejorar los síntomas mediante medicamentos anticonvulsivos para controlar los ataques. La respuesta a estos medicamentos no siempre es buena y existe un número muy elevado de casos sin respuesta al tratamiento. Una vez más, los resultados tienden a variar mucho de persona a persona.
Los afectados por el síndrome deben recibir un tratamiento global para mantener el desarrollo óptimo que trabaje el área motora, del lenguaje y la sociabilidad.
Incidencia
Se estima que la incidencia de la enfermedad es de 1 entre 20.000 nacimientos. Según los cálculos de la Fundación, en España tiene que haber entre 200 y 400 niños con este problema. Sin embargo, el número puede ser mucho mayor.
El síndrome de Dravet es una epilepsia catastrófica, las crisis epilépticas aparecen muy pronto afectando al cerebro en formación de los niños dejando secuelas neurológicas severas. El origen de la enfermedad es genético. Conocemos el gen implicado. Además la enfermedad tiene unas características genéticas que la hacen apropiada para determinadas estrategias de actuación genética. El sentimiento de la comunidad científica es que el Síndrome de Dravet puede tener cura, es cuestión de tiempo y dinero.



[1] Las mioclonías epilépticas son contracciones musculares rápidas originadas por una descarga que proviene del sistema nervioso central y que se identifican por la correlación del electroencefalograma con la sacudida muscular

2 comentarios:

  1. Al leer este post me he acordado de un documental que vi hace tiempo, en el cual una familia que tenía un niño con ataques epilépticos, habían adquirido un perro labrador que percibía el ataque antes de que sucediese, de forma que estaba entrenado para avisar y que lo cogiesen a tiempo.

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  2. Si, de hecho hay una asociacion que se dedica a entrenar perros, para este tipo de casos, como los perros labrador para personas con discapacidad visual.
    Muchas gracias por el comentario.

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Gracias por tus comentarios :D.

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